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jueves, agosto 30, 2012

Una exquisita mirada sobre las almas en pena

El nuevo unitario de El Trece bucea, con suavidad y profundidad, en distintas patologías mentales. Una colección de soberbias actuaciones, encabezadas por Rodrigo de la Serna. Una apuesta a la calidad.



Por Silvina Lamazares
slamazares@clarin.com

Se andaba diciendo que la televisión de este año estaba signada por el psicoanálisis y los ámbitos terapéuticos, con la analista de Graduados (Telefe) en clave de comedia o con las sesiones de En terapia (Canal 7) amparadas en cierto marco ortodoxo, sumadas a las muchas series temáticas que se estrenaron hace unos meses. Y, entonces, el desembarco de Tiempos compulsivos (miércoles a las 22.30, por El Trece) podía llegar a convertirse en más de lo mismo. Muy lejos de eso, ya con el primer capítulo del nuevo unitario del Pol-ka quedó en claro que no hay riesgo alguno. Si bien hay doctores, pacientes, patologías, tratamiento y una ayuda en la búsqueda de la felicidad -que de eso, finalmente, se trata la vida-, nada tiene que ver este programa con los otros.

Y, aunque sea arriesgado decirlo con sólo un capítulo emitido, pareciera que poco tiene que ver con la televisión en general. Al menos, la de estos tiempos compulsivos de la pantalla, en los que el impacto, discursivo o visual, arremete a veces contra los contenidos. Anoche, en su estreno, el ciclo evidenció una colectiva apuesta a la calidad, sostenida tanto desde las actuaciones -amén de que el hilván de nombres ya prometía, varias escenas tuvieron aroma a cátedra- como desde el libro y la dirección. Sobre esos tres pilares, se empezó a construir ayer el relato de un grupo de almas en pena que transitan por la oscuridad buscando un pedacito de luz. O de calma. O de alivio.

Y no sólo de pacientes habla la historia. Escrito por el dramaturgo Javier Daulte y dirigido por Daniel Barone -la sociedad de Para vestir santos , ganador del Martín Fierro del año pasado-, el unitario bucea, suave y profundamente, en el universo de las patologías mentales, en el de los severos desórdenes de conducta, en un abanico de compulsiones que parecieran no encontrar remedio en el remedio. Sino en la contención.

“El siempre está”, dice Inés, la mujer con obsesiones y trastornos alimenticios que interpreta Carla Peterson, en relación al doctor Ricardo Buso (Fernán Mirás). La frase, en su real dimensión, amerita un contexto: ella y dos de sus compañeros de grupo -la chica que se autoflagela (Pilar Gamboa) y el adicto al trabajo y la conectividad (Guillermo Arengo)- están solos en la madrugada, en un bar cualquiera, rogando por la salud de su psiquiatra, al que, en el arranque del programa, el marido de una paciente le partió la nariz. Momento de colección para los ciclos de archivo.

De ésas, escenas para volver a ver, hubo muchas anoche. Como la de Esteban, el psicópata y mitómano que compone Rodrigo de la Serna -a la cabeza de las impecables actuaciones de ayer y en las antípodas del personaje que hizo el año pasado en El puntero -, y su madre (Marilú Marini), en un precioso diálogo que permitió espiar los rincones de la locura.

Protagonizado por él, Paola Krum (una psicoanalista recién llegada del interior, que aspira las ‘eses’ y enfrenta sus propios miedos), Peterson, Mirás y Gloria Carrá (sufre trastornos de personalidad, diagnóstico que se da a conocer y que, atentamente, pudo haber adivinado aquél que pescó la disociación de su imagen en pantalla por un segundo nomás), el programa va más allá de las sesiones. Hay encuentros terapéuticos, sí, pero la cámara muestra sus vidas, sus caminos cruzados fuera del análisis, las causas de sus males. Y las consecuencias. No hay sanos y enfermos. Hay gente, como uno, o más de uno.

Al menos con el primer capítulo, queda la compulsión de que sea miércoles otra vez. Ansiedad que provoca la buena televisión.

FUENTE: http://www.clarin.com/espectaculos/tv-y-radio/exquisita-mirada-almas-pena_0_764923510.html

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