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viernes, agosto 31, 2012

Esta es gente como uno



Por Adriana Schettini

¿De qué se trata “Tiempos compulsivos”? De gente como uno: eso respondería si me preguntaran sobre el unitario de Pol-ka que se estrenó anoche, por El Trece. Es ficción, por supuesto, y los personajes están enmarcados en “un espacio terapéutico que alberga pacientes ambulatorios con compulsiones severas, algunas asociadas a patologías del entorno psiquiátrico”, según su autor, Javier Daulte. Dicho así, la mayoría de nosotros imaginó que nos contarían historias ajenas; nada que nos reflejara. Todos tenemos nuestras neuras pero tan mal, no estamos: era lícito razonar así antes de ver el primer episodio. Y, seguramente, sea cierto que no somos psicópatas mitómanos como el personaje de Rodrigo de la Serna, y que no tenemos personalidades múltiples, como el de Gloria Carrá. Ni acumulamos objetos de un modo enfermizo como esa desvalida Inés que compone Carla Peterson. Tampoco nos hacemos cortes en los brazos, a diferencia de Sofía (Pilar Gamboa), que no puede parar de hacerlo. Trabajamos mucho, pero de ahí a ser un workaholic, como Gerardo (Guillermo Arengo), la distancia es un abismo. ¿Estos, gente como yo? No, ni ahí: eso dirá quien no haya visto el programa. Eso creíamos muchos hasta ayer.

Pero las buenas ficciones son tramposas: cuando menos te lo esperás, descubrís que el guión está hablando de otra cosa, de algo más que lo develado en las cinco líneas de presentación. Vamos, que con grandes actores, buenos diálogos y un director experto (en este caso, Daniel Barone), se las ingenian para tomarte desprevenido, y mostrarte un reflejo de la vida cotidiana a partir de un montón de inventos. Eso pasa con “Tiempos compulsivos”, porque el psiquiatra (Fernán Mirás) y la psicóloga (Paola Krum) que se ocupan de los pacientes tampoco están a salvo del sufrimiento, de las dudas, de las carencias, de la ira, del miedo… Igual que sus pacientes. Igual que nosotros.

En ciertas líneas de diálogo, muchos espectadores escuchamos el eco de nuestra voz, sin importar si esas frases las decían los pacientes, los doctores o sus familiares. Para ejemplo, un puñado:

“Yo también hago lo que puedo”.

“Yo estoy mal, yo necesito que me ayuden”

“Estoy siempre apurada, pero llego tarde”.

“No sé cómo se hace para aliviar el dolor”.

“La gente está muy loca”.

“Me gustaría ser distinta, aunque a veces soy muy distinta”.

“No sé qué tengo que hacer”.

“A mí, me lastima casi todo”.

“¿Cuántas veces al día decimos cosas que no sentimos?”.

Eso hablaban anoche los personajes de “Tiempos compulsivos”. ¿Quién de nosotros no ha pronunciado o sentido algo semejante en ciertas circunstancias de su vida? No estamos locos, pero tampoco somos hombres de hierro ante los zamarreos del destino. Por eso, digo que esas criaturas de ficción son gente como uno: vulnerables y queribles.

De la piedad diría que trata “Tiempos compulsivos”, de la necesidad de ser compasivos, con las debilidades propias y ajenas. Nos urge practicar esa gimnasia, porque, como escribió Susan Sontag en “La enfermedad y sus metáforas”, “a todos al nacer nos otorgan una doble ciudadanía, la del reino de los sanos y la del reino de los enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, por lo menos por un tiempo, como ciudadano de aquel otro lugar”.

FUENTE:http://www.clarin.com/espectaculos/tv-y-radio/gente_0_764923647.html

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