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jueves, octubre 06, 2011

Del otro lado del muro

Por Analia Rivas
Carla Peterson y Javier Drolas hablan sobre esta comedia romántica que narra la historia de la dificultad de un encuentro en medio de la soledad urbana.


El primer encuentro fue en una cama de un hotel alojamiento. Seis de la mañana, entre las sábanas, fumando un cigarrillo y hablando en alemán. “Ahí nos conocimos”, cuenta entre risas Carla Peterson sobre el momento en que vio por primera vez a Javier Drolas. “Esa fue la escena que grabamos antes de las demás”, señala sobre el plan de filmación y el requerimiento de guión que los ubicó como Marcela y Martín, los personajes que interpretan en Medianeras.

Carla: –Después grabamos a la noche, tomamos una cervecita. ¿La pasamos bien, no?
Javier: –Nos fumamos uno…
Carla: –(Risas) Pero no era de verdad. ¡Teníamos muchas escenas por delante!

Él protagoniza junto a Pilar López de Ayala (actriz española) la comedia romántica de Gustavo Taretto que se estrena hoy. Ella interpreta a una de sus citas, acordada por una web de solos y solas en uno de sus intentos por encontrar pareja. Todos están en crisis, arrastran historias pasadas y muestran de distintas maneras sus fórmulas para esquivar la soledad. Las fobias, la incomunicación, la dificultad de hallar al verdadero amor en el boom de las redes sociales y el uso de una misma herramienta que puede tanto unir como distanciar.
“Martín es un fóbico –toma la palabra Drolas–. Apenas empieza la película ya define su miedo a relacionarse, aun más luego de una ruptura amorosa, se ve cómo domina Internet y hace todo desde su casa, de la que no sale. Es un antihéroe. Solemos ver a los protagonistas de las películas armados frente a los problemas, con capacidad de resolverlos y acá vemos todo lo vulnerable que es y cómo le cuesta salir adelante, características que lo hacen querible.”

–¿Y quién es Marcela?
C: –Marcela aparece con la excusa de una situación. Es el ejemplo claro de una persona que hace todo por comunicarse pero no puede relacionarse con otra persona, ni encontrar a alguien con quién estar. Ella también viene de una relación que terminó no hace mucho, se nota su desesperación por intentar algo con alguien y es el típico ejemplo de una chica que está al tanto de todo, que se ocupa de todo, hobbies y heavies, (risas) es heavy.
–Quiere comunicarse pero aparece hablando en francés y él no entiende nada. Si en verdad quiere relacionarse elije el peor camino.
C: –Ella tiene cierto entusiasmo. Lo que intenta es entusiasmarlo a él. La situación pasa y ninguno encuentra algo en común. Todas las situaciones de la película son reconocibles en todo el mundo.
J: –Ella actúa con el concepto del paro japonés, en vez de parar, produce más. Marcela tiene millones de actividades, habla hasta por los codos, pero no sabe cómo relacionarse. Él tiene temor al afuera y ella al adentro.
C: –¡Qué bien ese concepto! ¡Qué pena que ya la filmé! (risas).
–Empezaron por la escena de la cama. ¿Cómo fue trabajar juntos?
J: –Fue fácil. Ella es muy graciosa, tiene mucho oficio.
C: –¡Eso pareció! Pero yo estaba nerviosa.
J: –En la película logra que sea graciosa su participación. Admiro mucho a las personas graciosas.
C: –¡Ay! Comete una tostada (y le convida una ya untada con queso blanco. Parte de su desayuno con la prensa)
–¿Cuáles son a su parecer los principales obstáculos a los que se enfrenta cada personaje?
J: –Martín no tiene grandes vicisitudes. Su problema es él mismo, lo dejó su novia, anda herido, más que nada tiene una lucha con sí mismo.
–Con el desenlace de la película, ¿ese problema se resuelve?
J: –Al final sigue siendo el mismo pero con un rayito de luz que le entra por la ventana como todos cuando estamos iluminados por el amor. Uno es la misma persona pero mejor, como lo dicen muchas canciones o poemas.
C: –Marcela no está pasando un buen momento. El problema es que quiere conocer a alguien pero no lo encuentra. La película gira en torno a la historia de él. No le busqué mucho conflicto a mi personaje, me centré en qué tenía que hacer y qué le tenía que provocar al personaje de él.
–¿Qué le provoca al personaje de él? ¿Decepción?
C: –En realidad no le tenía que pasar nada. De hecho, no pasó nada, llegaron al hotel alojamiento y precisamente no pasó nada.
–Javier, pasaron cinco años desde que protagonizaste el corto hasta que filmaron el largo. ¿Cómo fue volver al mismo personaje?
J: –Fue como por un tubo. Se hizo fácil, lo más difícil fue la espera, primero esperar hasta filmar y luego para el estreno. Desde el proyecto de hacer la peli en el 2005 hasta el estreno, pasaron seis años. ¡Se hizo largo el largo! Gustavo (Taretto, el director) vio en mí cierta temperatura o color que tiene que ver con el personaje. Me hice cargo de esa confianza que él depositó en mí y pude fluir con naturalidad.
–Entre los temas que la historia trata, se habla de la soledad en medio de la multitud. ¿Piensan que es más crítica la soledad por ese contraste que se ve entre la ciudad superpoblada y la explosión de las herramientas que supuestamente son de conexión?
J: –Creo que siempre existió la soledad, las nuevas tecnologías dan la sensación de mitigar la soledad por esta posibilidad de relacionarse virtualmente con alguien. Todas las disciplinas artísticas se generan para que muchas personas lo vean y se sientan identificados, y así no se sientan solos en el mundo, pasa con la literatura, con el cine y con el teatro.
C: –Hoy ya casi ni siquiera existen las citas online, casi de todo el mundo encontrás aunque sea una foto en Internet. Ahora, todo lo que se da a conocer, se expone de otra manera. Por ahí antes era más difícil darse a conocer, pero creo que con esas herramientas tampoco llegas a conocerte totalmente. El encuentro entre dos personas es complicado pero sucede tal como muestra esta película. Hasta que sucede o realmente lo ves, podés estar dando vueltas tratando de encontrar el camino.
–Luego de ver la película uno podría concluir que hay personas que merecen encontrarse. ¿A quién o quiénes podrían nombrar que ustedes reconozcan que les hizo bien que se sumaran a sus vidas?
C: –Uno se va cruzando con mucha gente. Podés pensar el porqué del encuentro con cada persona o no. No tengo uno, son todos con los que me he cruzado.
J: –Yo rescato a mi grupo de teatro. A los 28 años se me armó un grupo sin quererlo, del que fui integrante durante diez años y con el que generábamos tres o cuatro horas de ficción cada domingo en veladas temáticas. Fue una escuela para mí porque sumé muchas horas de vuelo. Improvisábamos no desde una técnica sino desde un riesgo absoluto, el motor era la búsqueda del placer de la realización. Podría nombrar a directores que admiro: Ciro Zorzoli, Rafael Spregelburd, hice varias obras con Santiago Gobernori y Matías Feldman, actores y dramaturgos de treinta y pico. Estoy agradecido de esos encuentros.
Fuente: http://tiempo.elargentino.com/notas/del-otro-lado-del-muro

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